La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 26: 26) Progresando en el Pasado (1.6)



En los días que siguieron, hubo altibajos, pero nada que no pudiera enfrentar. Me esforcé en cumplir mi promesa y darles amor a mis tres preciadas novias. Pequeños gestos como besos cariñosos en sus mejillas o frentes como saludo, prepararles postres, traerles flores o regalos sencillos se volvieron parte de mi rutina. Sabía que no podría mantener este ritmo para siempre, pero estaba dispuesto a hacerlo mientras fuera necesario para ganar sus corazones.

De lo que más me alegraba era que Harriet empezara a aceptarme. Con ella fui especialmente cuidadoso. Temía que un día simplemente decidiera irse, incapaz de soportarlo más, pero no lo hizo. Se quedó, quizás porque no tenía otro lugar al que ir, y esa decisión me dio la oportunidad de corregir mi error. Le llevaba flores, le dedicaba tiempo, y a menudo le daba abrazos o besos. Al principio, se tensaba y se congelaba, pero con los días todo comenzó a mejorar.

Pasaron semanas, luego meses. Durante un tiempo considerable, evité el sexo por completo hasta que todo mejorara. Aunque podría haberlo hecho con Roselia, quien no se oponía, decidí contenerme para evitar conflictos dentro de la casa. Me aseguré de que las cosas entre todos estuvieran calmadas antes de dar ese paso, demostrando que ellas no eran simplemente un agujero que follar. Fue más difícil de lo que parece, especialmente porque mi cuerpo no estaba de acuerdo con esta abstinencia. Llegué al punto de masturbarme casi siete veces al día, algo que no pasó desapercibido para ellas. Sin embargo, creo que esto mismo despertó cierta compasión en ellas.

Después de un año, el ambiente en casa había alcanzado una especie de armonía. Todavía había cierta incomodidad en algunos momentos, pero las disputas reales se habían desvanecido. Con Clara, nuestra relación volvió a encaminarse. Durante ese tiempo, respeté su espacio, especialmente en lo que respecta a Bianca. Pero un día, me invitó a la habitación para hablar. Charlamos durante horas con una cordialidad que me recordó a nuestros primeros días juntos. Esa misma noche, volví a tener sexo después de tanto tiempo.

Clara sufrió mucho a causa de eso, tenia mucha frustración acumulada y ella la recibió toda. Se lo hice hasta que perdió el conocimiento... durante un largo rato. Me disculpé cuando despertó, pero parecía demasiado aturdida para entenderme. Incluso después de recuperar la conciencia, sufrió pequeños espasmos y orgasmos espontáneos debido a los residuos de mi poder que aún quedaban en su interior.

A pesar de la experiencia, Clara aceptó que el sexo era parte de nuestra vida matrimonial. Aunque con algo de miedo, reconoció que lo disfrutó a pesar de que casi la maté a vergazos. Las cosas se arreglaron entre nosotros e incluso, aunque no lo dijo directamente, insinuó que no tendría problemas en que buscara avanzar con Roselia y Harriet.

Roselia fue la siguiente. Había estado trabajando en su recuperación constantemente, y su rostro y cuello ya estaban completamente curados. Su pelaje había empezado a crecer, y su aspecto se acercaba cada vez más al que debió tener siempre. No podía negar que era hermosa. Aunque no soy un guepardo para asegurar su atractivo con los demás, desde mi perspectiva humana, Roselia tenía una belleza única que me hacía querer acariciar su cabeza y rascar detrás de sus orejas.

Cuando Clara me dio vía libre y Roselia notó que ya no mantenía mi distancia con ella en ese aspecto, no dudó. En el momento en que estuvimos a solas, saltó sobre mí. Con una determinación feroz, me quitó la ropa y lamió mi cuello como la fiera que era. Ella sabia lo mucho que jugaba conmigo mismo durante este tiempo y siempre sintió desde lo mas profundo de su ser la necesidad de compensar lo que había hecho por ella. No hizo nada hasta ahora porque no quería oponerse directamente a Clara, la dama de la casa, pero ahora ya no se contuvo. Me montó con ferocidad y trató de darme todo lo que tenía, darme la satisfacción que tanto anhelaba.

Fue una experiencia única. Por primera vez en este mundo, alguien intentaba tomar el control de esa manera. Le correspondí, y el sexo, como corresponde con una fiera como ella, se volvió salvaje. Las marcas de garras quedaron grabadas por todo el lugar.

Era sorprendente lo mucho que Roselia parecía disfrutarlo. Su especie, según me comentó después, no estaba acostumbrada a alguien con mi resistencia o capacidad de repetir tantas veces. Cada vez que le decía que íbamos por otra ronda justo al terminar, se emocionaba como si fuera la primera. Aunque en cierto modo, creo que había mas que solo eso. Ahora con su rostro intacto, se sentía más segura. Ya no temía que la rechazara, y esa confianza nueva parecía llenarla de orgullo. Se sentía valorada, y tal vez incluso superior, sabiendo que su belleza había vuelto y que estaba recibiendo el amor que le había sido negado antes.

Nuestra relación se estabilizó rápidamente, y aunque teníamos sexo con mucha frecuencia, Roselia se aseguraba de no ocupar más tiempo del necesario, respetando mi relación con Clara y Harriet. Las otras dos, aunque conscientes de lo que pasaba —las paredes no eran lo suficientemente gruesas como para ocultar los ruidos—, parecían más sonrojadas que molestas al vernos bajar a la cocina con la ropa desarreglada, y fue costumbre durante un buen tiempo.

Fue durante esos momentos de intimidad con Roselia, completamente desnudos, cuando vi el resto de sus cicatrices. Le prometí sanarlas todas. Ella, aunque insistió en que no le importaban demasiado esas zonas ocultas, estaba visiblemente feliz de que me preocupara por ella de esa manera. Con el tiempo, Roselia se volvió mucho más cariñosa, incluso delante de las demás. Lamía mi cuello, me acariciaba con su cola y me olía antes de seguir con sus actividades. Se había convertido en algo natural para ella.

Por ultimo estuvo Harriet, que parecía contenta con mi atención, aunque a veces se veía abrumada cuando se percataba del constante sexo que tenia con Roselia o el ocasional con Clara. Había dejado de temblar en mi presencia, y aunque las heridas seguían allí, ya habían cicatrizado. No estaba seguro de si realmente me había perdonado, pero al menos podíamos mantener una relación más cercana. Todo cambió el día en que me llamó a su habitación para hablar.

El ambiente en su cuarto era tenso. Harriet estaba visiblemente nerviosa, reviviendo quizás recuerdos dolorosos, pero se esforzó por mantenerse tranquila. Se sentó frente a mí con una taza de té en las manos, buscando las palabras adecuadas.

Harriet: "¿Qué será de nosotros?" —me preguntó finalmente, con una voz cargada de dudas— "¿Cuál es mi lugar aquí?"

Riuz: "Sé que lo que hice estuvo mal, pero quiero enmendarlo... Para mí, eres tan importante como Clara o Roselia, no lo dudes." —Le respondí con sinceridad.

Ese comentario pareció tranquilizarla un poco, incluso arrancarle una leve sonrisa. Pero entonces hizo una pregunta que no esperaba.

Harriet: "¿Planeas tener sexo conmigo en el futuro... como con ellas?" —preguntó, apretando la taza entre sus manos mientras evitaba mirarme a los ojos.

Riuz: "No te forzaré nunca más, Harriet. Eso te lo prometo" —respondí con firmeza, tratando de calmarla.

Ella susspiró, pero luego continuó con una confesión que dejó al descubierto sus miedos más profundos.

Harriet: "Yo... no creo que pueda casarme con nadie ahora. Incluso antes de todo esto, no tenía nada que ofrecer. ¿Quién querría estar conmigo? Tal vez habría acabado con un vagabundo, o sola... como una prostituta de la calle o una criminal sin futuro... muriendo joven y de forma horrible. Por eso estaba agradecida de que me acogieras. No podría soportar que mis padres vieran en lo que me habría convertido.

Riuz: "Harriet, no tienes que preocuparte por eso. Te cuidaré, siempre. Si algún día quisieras casarte, buscaré la forma de hacerlo posible."

Harriet: "No quiero pensar en eso ahora. Pero necesito saber... ¿Soy realmente parte de esta familia? ¿Me tratarás como tu esposa, como lo has hecho hasta ahora, cuidándome y estando ahí para mí en todo momento, como cuando estuve enferma?"

Riuz: "¡No tienes que dudarlo! Eres parte de esta familia, Harriet. Eres mi mujer, y siempre velaré por ti."

Harriet: "Entonces... debería cumplir con los deberes de una esposa." —bajó la mirada y murmuró algo apenas audible, pero lo suficientemente claro para que lo escuchara.

Riuz: "¿Qué?"

Harriet: "Clara y Roselia cumplen con lo que una esposa debe hacer. Creo que yo debería hacer lo mismo." —Dijo, tratando de no revelar que tenia algo de curiosidad.

Pude notar el sonrojo en sus mejillas y el leve temblor de sus manos mientras hablaba. Aunque seguía cargando el peso del trauma, no podía ignorar sus propias emociones y deseos. Había comenzado a lidiar con las necesidades de su cuerpo y sus sentimientos contradictorios. 

Harriet: "Pero... tengo miedo. Quiero que seas cariñoso conmigo. Ayúdame a superar este miedo, por favor." — Confesó.

Riuz: "No tienes que forzarte a nada, Harriet. Estar a mi lado es suficiente. Nunca haré algo que te déñe, no sin una razón." —le aseguré, mirándola con firmeza.

Harriet: "Pero debería hacerlo. —Harriet bajó la mirada, pero sus palabras fueron decididas, aunque su voz temblaba ligeramente.— "Dijiste que te arrepentías de habernos forzado a formar esta familia, pero también tenías razón en algo: somos una familia. Y como tal... debo poner de mi parte." —Hizo una pausa antes de continuar, completamente sonrojada.— "Quiero pedirte algo... ¿Podrías ser cariñoso conmigo? Quiero cumplir con mi deber, pero todavía tengo miedo. Ayúdame a superarlo... por favor, sé gentil."

Riuz: ¿Estás seguro de que eso es lo que realmente quieres? —le pregunté, buscando confirmarlo.

Harriet se acercó con timidez, sin decir nada más. Su mirada, llena de nervios y algo de determinación, me dio la respuesta que necesitaba. Sabiendo lo importante que era para ella, me acerqué y la envolví en un abrazo cálido. Su cuerpo temblaba ligeramente bajo mi tacto, y sus hombros estaban tensos, pero no se apartó.

Comencé con suavidad, besando su cuello lanudo mientras mis manos la acariciaban con el mayor cuidado. La traté como si fuese la más frágil de las esculturas, dándole tiempo para relajarse, para confiar en mí. Su miedo era evidente al principio, pero poco a poco, con paciencia, vi cómo su tensión cedía y daba paso a algo distinto. Le di amor y mas amor, hasta que incluso su llanto inicial con mi inserción en su interior, se transformó gradualmente en gemidos de placer culposo.

Me aseguré de que cada momento fuera para ella, de que se sintiera segura y querida. No fue algo prolongado, pero sí lo suficiente para que pudiera encontrarlo placentero. Al final, exhausta pero tranquila, se acurrucó contra mí, convirtiéndose en la cucharita pequeña de nuestro abrazo.

Esto se repetiría mas veces hasta que la tierna oveja ya no tenia mas miedo de mi y el sexo se volvió habitual, quizás demasiado. Su juventud y energía contrastaban con su naturaleza reservada, y aunque al principio se sentía incómoda al admitirlo, el placer que encontraba en la intimidad era innegable, convirtiéndose en la segunda mujer en esta casa con la que mas sexo tenia. La casa se lleno de vida y con el tiempo, esa armonía tensa se convirtió en la perfecta armonía. 

Las tres mujeres y yo nos llevábamos muy bien. Lo que antes podría haber sido vergonzoso se había transformado en situaciones más graciosas que incómodas. Todos sabíamos lo que ocurriría en nuestra dinámica, pero nadie se quejaba. Cada una había encontrado su lugar, y la certeza de que podía ofrecerles amor y cuidado a todas las mantenía satisfechas. Nadie se sintió desplazado.

Incluso decidí considerar la idea de que Roselia se mudara definitivamente a la casa. Fue un proceso difícil, pero Harriet, sin que le pedía nada, decidió compartir su habitación con ella. Creo que entendía mi deseo de mantenernos unidos como una familia. Era incómodo vivir los cinco en una casa tan pequeña, pero lo hicimos funcionar. Aun así, sabía que este arreglo no podría durar para siempre. Nuestra familia estaba creciendo, y necesitábamos un hogar más grande para acomodarnos bien, especialmente con las nuevas crías que estaban por venir.

El día a día en casa tenía su ritmo peculiar. Vivíamos y trabajábamos juntos, follando varias veces al día. Aunque compartíamos esos momentos con regularidad, siempre eran privados sin verse entre si durante el acto, no llegaban a eso, respetando la intimidad de cada una. Con el tiempo, las vergüenzas iniciales desaparecieron, y se desarrolló una especie de entendimiento tácito: cada una tenía su tiempo conmigo, casi como si hubiéramos organizado un calendario. Yo, por mi parte, tenía la energía y el deseo de satisfacerlas a todas, algo que, tras superar sus reservas, comenzaron a disfrutarlo plenamente. Sin embargo, nuestra pequeña casa no era ideal: el olor constante de animales en celo y el sexo que nunca parecían desaparecer eran una señal clara de que necesitábamos mudarnos pronto.

...

No todo era perfecto en este período. Bianca, nuestra pequeña corderita, comenzó a mostrar problemas de salud. Clara la llevó al médico, y nos informó que era una cría débil: dormía mucho, se cansaba con facilidad y parecía no tener la energía típica de una oveja de su edad. Esto me preocupó profundamente, así que investigué. Finalmente, entendí lo que sucedió. Aunque la había sacado del espacio, aquel lugar aún no era lo suficientemente fuerte como para devolverle toda su vitalidad.

Cuando expliqué esto, todos me miraron con preocupación. La situación era clara, pero las decisiones que tendríamos que tomar no eran sencillas. Teníamos dos opciones: esperar pacientemente a que Bianca y el espacio se fortalecieran por sí solos, lo cual podría tardar mucho tiempo, o buscar "esa" solución alternativa. Aunque Clara aceptó inicialmente el esperar, estaba claro que verla en ese estado le dolía profundamente, todos lo notamos.

Después de discutirlo en familia, llegamos a un acuerdo. Dejé en claro que no planeaba romper la estabilidad que habíamos construido. Mi compromiso seguía firme: solo permitiría que mujeres que realmente consideraran dignas y especiales se unieran a nuestra familia, como lo habían hecho Harriet, Roselia y Clara. Sin embargo, propuse otra solución: podríamos buscar mujeres para unirse a nosotros de manera menos profunda, no como parte de nuestro núcleo familiar, sino de forma más superficial, por así decirlo.

La decisión no fue fácil. Pasamos días debatiendo, estableciendo reglas claras y definiendo requisitos. Finalmente, acordemos un plan. Cada una pensaría en conocidas que consideraran dignas y dispuestas, mientras yo exploraría opciones en la ciudad. Mi búsqueda me llevó a hospitales y lugares donde mujeres en situaciones terminales o desesperadas podrían estar dispuestas a aceptar mi propuesta. Les ofrecíamos algo inigualable: una segunda oportunidad, una vida en el paraíso.

...

Los años que siguieron, hasta que se cumplió la década, fueron bastante agradables. Mi negocio creció exponencialmente, y conseguir una casa grande dejó de ser un problema. Terminamos mudándonos a una pequeña mansión con un amplio patio, perfecta para nuestra creciente familia.

Clara quedó embarazada varias veces más. Bueno, no puedo negar que fue por mi culpa. Adoraba verla embarazada, cómo su cuerpo cambiaba y su belleza natural se intensificaba. Me fascinaba especialmente cuando sus pechos crecían, y disfrutar de ellos durante ese período era un placer indescriptible. 

Después de Bianca, llegaron un par de gemelas, luego otra niña, y por mi evidente deseo de llenar su útero, más estaban en camino. Esto al principio la hacía feliz, aunque con el tiempo comenzó a asustarla un poco. Sin embargo, no le permitiría preocuparse demasiado: cada vez que notaba la más mínima duda en sus ojos, me apareaba con ella en ese mismo momento, haciéndole olvidar cualquier preocupación hasta que no pudiera pronunciar palabra.

Aunque su trabajo como docente fue intermitente debido a los embarazos, Clara se esforzó por seguir enseñando, porque amaba su profesión. Yo ganaba suficiente para mantener a toda la familia cómoda, pero ella insistía en contribuir, siendo una excelente maestra y modelo para nuestros hijos.

Roselia, por otro lado, decidió dejar de trabajar y dedicarse a disfrutar de la vida. Su transformación física fue impresionante: la gueparda desfigurada se había convertido en una belleza sin igual. Muchos de mis clientes quedaron asombrados al verla y no faltaron quienes intentaron averiguar cómo ocurrió ese milagro, pero nunca obtuvieron respuesta.

Con mis ingresos, no necesitaba trabajar, así que Roselia pasó su tiempo entre compras, reuniones con antiguas amistades y otras actividades recreativas. Aunque algunos podrían criticar esta vida aparentemente despreocupada, yo estaba feliz de verla feliz. No estábamos en una situación que exigiera su aporte, así que le permití disfrutar de su tiempo libre.

Eso sí, Roselia tenía su forma de compensarlo: usaba su belleza como su manera de agradecerme. Nunca me negó nada relacionado con el sexo, incluso era ella quien se aseguraba de que siempre tuviéramos intimidad constantemente. Creo que en parte era un temor de que la olvidara, pero su dedicación era innegable. Incluso llegué a hacerme regalos poco convencionales, como su "puerta trasera" en mi cumpleaños o un trío con una amiga pantera como regalo de Navidad. Nuestra vida sexual se convirtió en un tema de conversación entre Roselia y sus amigas, y eventualmente, en el chisme de las damas de la ciudad. Gane cierta fama en esos circulos.

Sin embargo, no todo fue sexo y libertinaje. Hubo un período más tranquilo cuando Roselia quedó embarazada. Dio a luz a una hermosa niña llamada Pinky, quien nació con un peculiar pelaje rosa salpicado de las mismas manchas características de su madre.

Con el tiempo, descubrí algo fascinante sobre mis hijos: heredaban la disposición genética de sus madres, pero a menudo mostraban características únicas gracias a mí. Las gemelas de Clara, por ejemplo, nacieron con una marca en forma de medialuna en los ojos, cada una en lados opuestos. A pesar de estas peculiaridades, les advertí a mis esposas que, hasta donde podía observar, mis hijos no parecían heredar mi magia.

Harriet fue quien más tiempo permaneció a mi lado en el negocio. Era también con quien tenía más encuentros íntimos en el trabajo, lo que al principio la avergonzaba profundamente. Salir del baño o de la oficina después de un momento juntos y cruzarse con los empleados la ponía nerviosa, aunque con el tiempo se acostumbró. Después de todo, siendo la esposa del jefe, nadie tenía derecho a quejarse.

Finalmente, Harriet también quedó embarazada. Con ella tuve a mi primer hijo varón, Henry, un pequeño cordero con lana tan oscura como la de su madre. Tras su nacimiento, Harriet dejó el trabajo para dedicarse a cuidarlo y pasar más tiempo en casa.

En solo diez años desde mi llegada a Zoopolis, había construido una familia enorme y próspera. Vivíamos en armonía, disfrutando de los frutos de nuestro trabajo y del amor que compartíamos. Sin embargo, en medio de esta felicidad, ciertas ideas comenzaron a rondar mi mente. Las palabras de aquellas dos mujeres misteriosas regresaron, y con ellas, un recordatorio que entendía por fin: el giratiempo...

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Si quieren leer otro pequeño fanfic que hice, pueden buscar en mi perfil. Es una parodia erótica de Stardew Valley y será corto, más o menos dos capítulos por cada personaje femenino. Fue un simple entretenimiento, pero no sé con qué regularidad lo agregaré, la verdad es que estoy terriblemente ocupado con algo que tengo que hacer y no sé cómo. Bueno, si quieren verlo, actualmente tiene dos capítulos y será parte de una saga de fanfics relativamente cortos que haré cuando tenga tiempo para hacerlo.


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