Chapter 27: 27) Progresando en el Pasado (2)
En una de las habitaciones de la mansión, los gemidos de una oveja embarazada se escuchaban con claridad. Sentado en una silla, Riuz, el único humano de esta familia, o mas bien del mundo, disfrutaba de la compañía de su esposa, Clara, que con su vientre prominente y pechos agrandados por el embarazo, se mostraba algo exhausta... montando su pene.
Riuz seguía levantando a Clara, haciéndola cabalgar sobre su pene, al mismo tiempo que disfrutaba de esos pechos hinchados. Succionando sus pezones y degustando su leche, la pobre oveja no podía dejar de gemir ante tal estimulación.
El peso adicional del Vientre de clara solo hacía que la caída sobre ese miembro que perforaba su ardiente interior sea cada vez mas intensa. Sus pechos, hinchados, llenos de venas y enrojecidos, casi no podían soportar el abuso por su sensibilidad actual. Aun así, Riuz no se detenía, mientras que con una mano apretaba uno de ellos, haciendo que disparara leche espontáneamente, su boca y sus dientes destruían lo poco que quedaba del otro. Luego de tantos hijos, esos pechos ya deberían haber dejado atrás su mejor momento, pero para fortuna o desgracia de Clara, los poderes de su marido se aseguraron de mantenerlos en forma.
Clara gimió ante la sobreestimación, tenido otro mini-orgasmo, los cuales empezó a sufrir constantemente luego de ese gran orgasmo hace unos minutos. Los sonidos eróticos y la humedad que se acumulaba en el suelo eran prueba de lo mucho que habían estado metidos en esto.
Riuz, aunque consiente del embarazo de su esposa, no se contuvo y le daba con fuerza. Con los años aprendió cuáles eran los límites, así que siempre daba lo mejor de sí. Y en este momento, como en muchos otros, soltó su carga en su mujer, una gran carga que lleno su interior ya lleno con su proximo hijo.
Clara dio un suspiro de alivio al sentir el líquido caliente en su interior, no por el haberlo conseguido, sino porque así esto se detendría. Amaba a su marido, pero a veces no diferenciaba si ella era su esposa o simplemente un contenedor de semen. Para su desgracia, esta quinta eyaculación en su interior no iba a ser la última, ya que Riuz la levantó para empezar a follarla una vez mas. Clara maldijo en su interior y solo pudo hacer lo posible para apretar su coño y aumentar la intensidad de sus caídas para tratar de que Rius se corriera rápido, pero en ese momento, se escuchó un llamado a la puerta.
Riuz: "Pasen." —dijo con la voz un poco jadeante, aunque no hizo pausa alguna en sus caricias o la succión de esa deliciosa leche.
La puerta se abrió lentamente, revelando a Harriet, una oveja negra, y Roselia, una gueparda. Ambas miraron con una mezcla de compasión, envidia y resignación el cuadro frente a ellas. Había pasado bastante tiempo desde que estaban juntos y el verse en estas situaciones ya no era algo raro, aunque algunas aún tenían algunas resistencias al respecto.
Roselia: "¿Nos llamaste para que nos unamos?" —preguntó con una sonrisa algo pícara, mientras empezaba a desabotonar su vestido.
Riuz: "...Sí." —respondió Riuz con un asomo de duda, aunque la emoción brillaba en sus ojos.
Clara: "¡Riuz!" —se quejó la oveja, claramente molesta—. "Ya estoy bastante incómoda en este estado, no empeores las cosas."
Riuz: "Perdón..." respondió Riuz, con un tono culpable que no convencía a nadie, mientras manoseaba a Clara. Luego suspiró. "Las llamé por otra cosa, pero esta idea no es tan mala..."
Clara: "Podemos detenernos mientras hablas" —interrumpió Clara, notando que su marido no parecía dispuesto a cesar el fuego.
Riuz: "No puedo. Lo siento, pero estás demasiado hermosa cuando estás embarazada" —respondió Riuz, cubriéndola de besos cariñosos.
Clara: "¡Siempre estoy embarazada!" —replicó Clara, frustrada—. "¿No crees que ya tenemos suficientes hijos?"
Riuz: "Nop..." —Riuz sonrió divertido, ignorando el berrinche. Con una mano acarició el vientre de su esposa y añadió con picardía— "Si hay algo que disfruto en esta vida, es hacer bebés contigo. Mis madres me dejaron un fetiche con las lesbianas, pero tú, amor, tú me diste otro con las embarazadas."
Clara: "No es justo... ¿Por qué no tienes al próximo con Harriet? Ella ya te dio un varón, puede que te dé otro. Por favor, siento que mi cuerpo ya no puede más. Mi... ¡mi vagina está presentando la renuncia!" —Trató de convencer a su marido. Aunque en un principio la idea de tener una gran familia le gustaba, con embarazo año tras año esa idea se fue alejando de lo que tenía en mente.
Riuz: "Clara, amor, incluso si nunca pudieras darme un hijo varón, seguiría buscándote, porque no hay nada más hermoso que crear pequeñas versiones de ti." —Enterró el rostro en su lana, disfrutando de su textura. Luego, como si fuera un pensamiento repentino, añadió— "Aunque es verdad, no puedo descuidar a las chicas…"
Harriet: "¡No, no, no, no! Estamos bien. De verdad." —Harriet levantó las manos como si se defendiera de una acusación..
Roselia: "Sí, no hace falta que te preocupes por nosotras. Sigue con Clara, lo estás haciendo genial." —Roselia asintió enérgicamente.
Ambas rechazaron la idea con una sincronización casi perfecta, claramente aterradas de sufrir el destino de Clara, quien, a pesar de todo, mantenía una dignidad admirable al soportar tanta... 'Intensidad'.
Clara: "¡Traidoras!" —murmuró Clara, lanzándoles una mirada de reproche mientras mentalmente planeaba cómo convencer a Riuz de compartir la 'responsabilidad reproductiva' con sus 'amigas'.
Riuz: "Bueno, nos estamos desviando... Las traje aquí para hablarles de algo importante. ¿Recuerdan que les mencioné que tengo una misión en este lugar?"
Ante el asentimiento de las chicas, Riuz tomó aire y comenzó a hablar, con una seriedad que no acostumbraban verlo. Les planteó la situación: él tenía una misión importante, pero llevarla a cabo requeriría tiempo. Mucho tiempo. Demasiado como para que alguien lo viera seguir con vida sin levantar sospechas.
Riuz: "Si quiero volver a ver a mi familia, debo cumplir con esta misión. No hay otro camino," —explicó con determinación.
Con los años, la confianza entre ellos había crecido. Harriet y Roselia sabían la verdad sobre Riuz, o al menos parte de ella. Habían descubierto sus orígenes, algo que aún les costaba comprender del todo, pero una cosa era clara: él estaba dispuesto a cualquier cosa por su familia, y ahora las consideraba parte de ella. Esa lealtad las hacía sentir seguras, aunque también las llenaba de preguntas.
Las tres escucharon con atención mientras Riuz les detallaba su idea para sobrellevar el paso del tiempo sin llamar la atención. Su plan implicaba usar magia, algo que no dejaba de sorprenderlas por su alcance y posibilidades. Sin embargo, no todo era fascinación: también había un tinte de envidia y temor.
Harriet: ¿Eso no sería… inmoral? ¿Incluso repugnante? —más cautelosa, no pudo evitar preguntar.
Riuz: "¿Inmoral? Solo sería fingir. Además, no es como que nunca te haya llamado mami mientras follamos" —dijo, divertido, antes de añadir— "Bueno, en realidad eso sucedió más con Clara, pero con ustedes también pasó."
Harriet enrojeció y murmuró algo entre dientes, mientras Clara rodaba los ojos, acostumbrada ya al descaro de su marido.
Clara: "¿Cuánto planeas hacerlo?" —preguntó con un deje de preocupación— "¿Cuánto tiempo?"
Riuz: "Mucho tiempo" —admitió Riuz con seriedad—. "Hay cerca de doscientos años entre el momento en que llegué aquí y el instante en que podré cumplir mi misión."
Clara lo miró con los ojos muy abiertos, una mezcla de incredulidad y miedo reflejada en su rostro.
Clara: "¿Y nosotras?" —preguntó, con un temblor en la voz.
Riuz: "Con mis poderes puedo rejuvenecerlas" —respondió Riuz con calma— "y podemos usar el mismo método. Si no les gusta esa idea, podrían esperar dentro de mi espacio interior. Allí la percepción del tiempo es diferente, casi como un sueño; ni siquiera notarían el paso de los años."
Roselia: "Yo… no me opongo, creo" —dijo finalmente, rompiendo el silencio. La idea le parecía descabellada, pero confiaba en Riuz. Gracias a él había encontrado la felicidad después de un pasado lleno de penurias. Apoyaria a su marido hasta el final.
Harriet y Clara intercambiaron una mirada. Aunque les costaba aceptar algo tan extraño, sabían que su marido las necesitaba para lograrlo. Después de un momento de reflexión, asintieron, dispuestas a apoyarlo.
...
Poco tiempo después...
En la bulliciosa ciudad de Zoópolis, comenzó a correr un rumor peculiar. Se hablaba de un ciudadano particular, alguien cuya especie era única en el mundo. Este humano, además de ser el único de su clase, se había convertido en un comerciante destacado, con un negocio que no dejaba de crecer.
Sin embargo, lo más sorprendente era otro detalle: ya no era el único humano en esa tierra.
...
Aunque Riuz dedicaba buena parte de su tiempo a disfrutar de la vida, follando con sus esposas y criando a sus hijos, no se limitó a vivir en grande sin más. Por el contrario, siempre se mantuvo ocupado, construyendo algo cada vez más grande.
Su negocio inicial, basado en sus habilidades mágicas y su capacidad para reparar objetos únicos, estaba en auge. Sin embargo, pronto llegó a su límite: al ser el único que podía usar magia, su tiempo y recursos eran limitados. Por eso decidió diversificar y expandirse hacia otras industrias. Con una fortuna suficiente para correr riesgos, invirtió en numerosos negocios. Aunque muchos fracasaron, los pocos que sobrevivieron se convirtieron en los cimientos de un imperio empresarial en crecimiento.
Cada nuevo emprendimiento avanzaba gracias a su creatividad, perseverancia y, en ocasiones, el uso estratégico de sus poderes. Pero Riuz no estaba solo en esta tarea. Contaba con el apoyo incondicional de sus mujeres, quienes no solo eran compañeras de vida, sino también socias clave en sus proyectos. Con el tiempo, estos pequeños negocios comenzaron a consolidarse, impactando la economía local. Décadas después, se transformarían en pilares fundamentales de la economía nacional e incluso mundial.
El ascenso meteórico de Riuz llamó la atención de muchos. Había pasado de ser un inmigrante misterioso a un magnate cuya influencia no mostraba señales de agotarse. Sus logros, su estilo de vida y su aparente inmortalidad económica lo convertían en un personaje fascinante y enigmático.
Un evento en particular reforzó esta imagen: el cumpleaños de su hijo, el más singular de todos, pues era el único completamente humano. La celebración atrajo a periodistas interesados en obtener una entrevista exclusiva con Riuz. Sin embargo, para su frustración, el empresario apenas apareció en la fiesta y solo al final, cuando su hijo ya estaba dormido. Este breve momento dejó poco tiempo para preguntas, pero cada palabra que concedía se convertía en oro para los medios.
Con el paso de los años, la vida de Riuz Black, "el humano de Zoópolis", se volvía cada vez más intrigante. Lo veían como un extraño en un mundo de bestias, un genio empresarial y, para algunos, un playboy. Era conocido por tener no solo tres esposas oficiales, sino también amantes que alimentaban los rumores. A pesar de esto, nunca se vio involucrado en escándalos legales. Contaba con la protección del reconocido despacho "Estudios Jurídicos Barnaby", quienes manejaban sus asuntos legales con una precisión impecable.
De hecho, gracias a una combinación de donaciones estratégicas, acuerdos legales y maniobras inteligentes, Riuz logró casarse legalmente con sus tres esposas. Este hecho, que habría sido imposible para cualquier otro, solo aumentó su aura de misterio y poder.
...
El tiempo había pasado, y en los rostros de aquellos que alguna vez fueron jóvenes se notaba el peso de los años. Riuz, ahora un hombre de aspecto maduro, se miraba al espejo mientras daba los últimos retoques a su traje de gala. Su barba, cuidadosamente recortada, añadía un aire de autoridad y sofisticación, aunque su mente vagaba por recuerdos más simples: los días en que estaba con su familia y cuanto tiempo había pasado... si aún lo reconocerían con este aspecto. No era el mismo joven que llegó a esta tierra; ahora estaba a punto de asistir al quinceañero de una de sus muchas hijas.
Un golpecito en la puerta interrumpió sus pensamientos.
Henry: "¿Papá?"
Riuz: "Pasa." —Respondió ajustándose los últimos detalles de su traje.
La puerta se abrió, y una oveja y una hiena entraron juntos, con los brazos entrelazados.
Riuz: "¿Qué pasa ahora?"
Henry: "María está impaciente y nos mandó a buscarte." —dijo Henry con su suave voz habitual, casi un susurro.
Riuz: "Todavía falta media hora. Siempre fue algo impaciente." —comentó con una sonrisa melancólica, recordando a su pequeña ocelote cuando era apenas una niña—. "Dile a tu hermana que aguante un poco más."
Henry: "Sí, papá."
Mientras Henry se disponía a salir, Kiara, su esposa, lo detuvo.
Kiara: "Ve tú. Déjame un rato a solas con tu padre." —dijo mientras lamía sus labios de manera descarada.
Kiara era, a todas luces, una combinación peculiar para Henry: depredador y presa unidos en matrimonio. Aunque, en esta familia, esas mezclas no eran nada raro. Con el tiempo, los Black se habían hecho famosos por ser la familia con más relaciones interespecie de Zoópolis. Sin embargo, a diferencia de su padre, los hijos de Riuz no heredaron su "increíble adaptabilidad reproductiva". Este hecho fascinaba a la comunidad científica, pero Riuz nunca permitió que lo usaran como sujeto de experimentos.
Henry: "Kiara, por favor..." —suplicó, claramente incómodo ante el descaro de su esposa.
Riuz observó a su hijo y suspiró. Henry nunca había sido un "macho alfa". Siempre había sido un chico más bien pasivo, con un físico delgado y delicado, que incluso las ovejas calificaban de "afeminado". Recordó con claridad el día en que lo encontró probándose los vestidos de sus hermanas cuando era niño. Esa naturaleza dulce y sensible también se reflejaba en sus relaciones. Henry había tenido dos novias antes de Kiara, pero ambas lo dejaron porque lo consideraban "demasiado débil". Kiara, en cambio, decidió quedarse, y al final terminó casándose con él. Era evidente para todos que ella llevaba los pantalones en esa relación, algo que Riuz no sabía si era bueno o malo para su hijo.
Riuz: "Henry, ya te lo he preguntado antes, pero ¿estás seguro de que no eres gay? Sabes que eso nunca ha sido un problema en nuestra familia. Ya sabes lo que sucede con tus hermanas y sabes que las apoyamos. Si no eres feliz con Kiara, podemos arreglar el divorcio y ayudarte a buscar algo que te haga realmente feliz. Nadie hace sufrir a mis niños. Sin ofender, Kiara. Me caes bien... tienes las bolas bien puesta, mas que muchos. Si quieres, te presento a alguna de mis hijas."
Henry: "Papá... ya te dije que no..." —murmuró sonrojado, claramente avergonzado.
Kiara: "No se preocupe, señor Black, no me ofende. De hecho, me gusta su sinceridad." —respondió Kiara con una sonrisa socarrona mientras le daba una palmada en el trasero a su marido—. "Y no, su hijo no es marica. Aunque le guste que le dé por el culo, ya le dejé claro que no tiene permitido volverse gay."
Riuz observó con una mezcla de resignación y asombro cómo Kiara apretaba una de las nalgas de Henry sin ningún pudor, incluso deslizándole un dedo de manera nada decorosa.
Riuz: "Solo... pide ayuda si la necesitas, Henry." —suspiró, consciente de que Kiara tenía un carácter dominante, algo con lo que, en cierto nivel, podía identificarse. Él también había sido descarado con sus esposas en más de una fiesta, haciendo cosas como esa o incluso peores.
Henry: "Estoy bien, papá... me gusta Kiara." —respondió débilmente, mirando hacia el suelo con las mejillas encendidas.
Riuz negó con la cabeza, más divertido que molesto. Su hijo no era como él, y eso estaba bien. Al menos, Kiara tenía suficiente carácter para mantenerlo protegido... aunque quizás un poco demasiado protegido.